Todo comenzó con una mirada. Una de esas que no se olvidan. Un perrito solo, asustado, abandonado en medio de la nada. Manuela no lo pensó dos veces. Lo subió a su coche, lo llevó a casa, y sin saberlo, le cambió la vida… y él cambió la suya.

Después vino otro. Y otro más. Cada uno con sus heridas, sus miedos, su forma de pedir ayuda sin palabras.
Y Manuela, con una mezcla de ternura, paciencia y coraje, les ofreció un lugar donde sanar.

No había un plan. Solo el deseo profundo de hacer algo. 

Lo que empezó como un gesto aislado se convirtió en una red de cuidados, acogida y cariño compartido.
Hoy, gracias a ella, decenas de perritos han vuelto a confiar, a jugar, a dejarse abrazar… y duermen en un hogar cálido.

Pero recientemente, Manuela ha fallecido… y con su partida, sus perritos han quedado huérfanos.

Hoy nos toca a nosotros seguir su legado: acompañarlos, cuidar de ellos y ayudarles a encontrar un nuevo hogar donde volver a sentirse amados.

Este espacio está dedicado a ellos y a Manuela.